martes, agosto 31, 2010

Stuart Mill


Las latas de cerveza medio vacías abundaban encima de la mesa, junto a cestas de fruta, como si de una mezcla de bodegón y ''pop art'' se tratara ( las latas hacían de fiel modelo a la famosa lata de tomate Campbell). Y en el sofá, estaba el gordo, durmiendo tan plácidamente, con la tele encendida y los ganchitos desparramados por el suelo, caídos del recipiente que tuvo entremanos hasta que se durmió y las fuerzas le fallaron, dejando una bonita alfombra teñida de naranja por los ganchitos con sabor a queso. Como el ''buen hombre'' siempre se quedaba dormido a base de latazos de cerveza, ganchitos, y mirando la tele, ya tenía por costumbre llevarse el despertador... Pese a que eso no tenía mucho sentido, puesto que estaba en el paro desde hacía 4 meses por sustraer dinero de la caja a hurtadillas, así que lo de levantarse temprano no era que le pegara, precisamente. Por si eso no era suficientemente indecente, hay que añadir que se quedaba mirando la tele hasta las 3 de la madrugada, cuando echaban la ''programación infantil'' y esos anúncios donde salían chicas guapas con poca ropa anunciando páginas online de chateo constructivo. La rutina que vivía era sencillamente glamurosa, y eso aún es ir corto de palabras, ojalá el hombre tuviera un mote aún mejor para definir su plácida vida a base de ser un impresentable. Cómo cada mañana, el despertador le sonó a las 7:30 de la mañana, y, como cada mañana, la misma reacción: puñetazo para detener el despertador ( gastaba más en despertadores que en cerveza, imaginad). La reacción solía ir acompañada con palabras como ''me cago en la puta'' mientras se frotaba los ojos con el aliento cantando a cerveza. Se incorporó en su sofá azul y se puso las zapatillas, que tenían agujeros y se le veían algunos dedos del pie sobresaliendo. Para seguir el horario de cada día, una vez incorporado dió los buenos días a su esposa amablemente:

- Mónica, el desayuno!!

Se levantó y fue camindando con parsimónia hasta el baño. Se bajó la bragueta y sacó el pequeño bulto que tenía entre las piernas y empezó a orinar. Aún estaba dormido, así que parte de la faena fue a para fuera de donde tenía que ir. No quedaba papel higiénico ni para lavarse él ni para lavar el desastre, y le daba palo ir hasta el armario donde tenían el de repuesto, así que lavó los mojones con la toalla de las manos, tranquilamente. Se desplazó hasta la habitación matrimonial a buscar su reloj de pulsera. Su esposa aún dormía, así que la despertó:

- Joder Mónica, el desayuno!

Se puso el reloj y se fue con su esposa detrás. Él fué a la mesa del comedor, que se encontraba de lado a la ventana del pequeño piso, donde podía ver más pisos. Esperó impaciente a que su esposa le trajera el desayuno. Se sentaron juntos, y el hombre empezó a comer, masticando con la boca abierta las tostadas con mantequilla y mermelada y hablándole a su esposa, soltando perdigones como si de un volcán se tratara ( pero sin lava).


- Haj de llevar al niño a la ejcuela aún, no? Puej dejpiértale - Dijo con la boca llena, escupiéndole un trozo de mermelada de fresa a la cara a su esposa. Ésta se lo apartó, sin poner ninguna cara en especial.


Las horas iban pasando, y hacia las 11, cuando a su esposa le tocaba lavar la casa, bajaba a darse una vuelta por la avenida cercana a su casa, haciendo turismo cultural de bar en bar hasta la hora de comer, cómo cada día. Era miembro V.I.P de bares igual de asquerosos que la Taberna de Moe de los Simpson, más o menos, y frecuentaba por allí todas las mañanas y todas las tardes hasta la hora de cenar. Dieron las dos de la tarde y se despidió del tabernero para ir a comer a su casa:

- Venga Manolo, cabroncete, a ver si te cepillas a esa guarra!

- Claro tío, tú déjamelo a mí!


Con la misma parsimónia de cuando iba al baño, fué a casa, donde se lo encontró todo hecho, como cada día, sin que él hubiera tenido que mover un dedo. Su esposa y su hijo le esperaban para comer. Se sentó y empezaron todos a comer.

- Mira mamá, mira lo que me han dado en el cole por quedar primero en una carrera! - Dijo ilusionado el niño de 7 años

- Qué es esa basura, Tomás? - Replicó tan agradablemente su padre

- Una medalla - dijo el niño bajando la vista y sintiéndose oprimido por su padre, como cada vez que abría la boca...

- Anda, qué narices dices niño? - Dijo pegándole una colleja sin que la madre dijera nada.


El niño empezó a llorar en silencio mientras la comida se desarrollaba con el mismo silencio. En cuanto acabaron, a la esposa le tocó recoger la cocina y al marido la siesta en el mugriento sofá. Se levantó a eso de las seis de la tarde y se puso las zapatillas. Bajó al bar a hacer una cerveza con sus amigos mientras se echaban algunos futbolines y a ratos veían El diário de Patricia en la tele del bar. Se le pasó el tiempo volando hasta las 10, cuando se despidió de su mejor amigo, el tabernero, y se fue a su hogar. Cenaron y ordenó a la esposa que pusiera a dormir al niño una vez finalizada la cena. Se quedó solo en la sala con 4 laas de cerveza,unos frutos secos para picar, un despertador nuevo, las luces apagadas, y la tele. Y vuelta a empezar. Así los 365 días de cada año ( excepto cuando tenía esos trabajos que duraban un amén por ser demasiado buen empleado.)





Adivináis la moraleja?

Una pista: El nombre de la entrada y la imágen elegida

Para los que no se os ocurra nada tenéis la respuesta más abajo.





































































''Más vale una persona insatisfecha que un cerdo satisfecho'' Stuart Mill ( Filósofo utilitarista)

domingo, agosto 29, 2010

Éxtasis ( Buena vida volúmen II)


Que ilusa es la juventud. Que ilusos los mayores. Que ilusos todos. Que desesperanzadora es la vida, que nos mira por encima del hombro, burlona... Sí, así es como pensaba el descarriado jóven, mientras estaba fumándose un pitillo fuera de la fiesta de su amigo. Una fiesta genial: Un ambientazo, un montón de tías buenas hambrientas de cuerpo macizo y de cuero del bueno... Y mucho alcohol y mucha droga, o os ibais a creer que el ambiente tenía un envoltorio así de guay de gratis? Evidentemente que no, porque una fiesta sin alcohol o sin drogas, no es una fiesta para un atajo de descarriados que no tenían nada que hacer a parte de esnifar rica coca. Estaba sentado en la acerca de la calle, delante de la entrada del local que habían reservado... Iba viendo como a cada calada, el humo salía muy lentamente con su existencia pendiendo de su propia evanescencia. El humo lo envolvía, y le encantaba, le sumía en una atmósfera que lo llevaba a otra dimensión. Pasaba su lengua por los labios, notando el tacto frio de su piercing en el extremo izquierda de su labio inferior. Su pelo en punta engominado desafiaba las leyes físicas, sosteniéndose perfectamente derecho. Sus ojos castaños, y sus facciones bellas realzaban su propia belleza cuando se sumergía en aquella dimensión. Era un chico normal, tirando a bajito. Iba en camiseta de tirantes. Llevaba un collar, y tenía varios tatuajes en sus brazos. Llevaba unos tejanos largos, y un cinturón con alguna tachuela y unas cadenas que colgaban de ese pedazo de cuero y que sujetaban la cartera en su bolsillo. Oía las risas de las chicas, complacido, pensando en que alguna de las voces que sonaban, sonaba tan sexy, que era imposible que la chica poseedora de tan bonita voz fuera fea, todo lo contrário, seguro que se trataba de un bombonazo... Y eso lo tentaba a volver dentro. El ruido de la música, por otra parte, lo invitaba a meterse aún más en su otra dimensión y olvidarse de las chicas tetudas y buenorras que habían dentro, probablemente con las camisetas mojadas. Estaba en ese punto de ''estoy bien aquí pero aquello de allá también promete bastante... No tengo claro que hacer''. Notaba su paquete de tabaco de liar en su bolsillo izquierdo. Se cansó del cigarro y lo arrojó al suelo, dejándolo encendido. Preguntó a un par de personas que también estaban fuera si le invitaban a un porro, pero la suerte no le sonrió. Les puso mala cara, y se metió dentro, notando las miradas de las personas indignadas por la cara de asco que les había puesto en la nuca. La música lo invadió, las chicas lo cegaron, pero vió algo más tentador: La barra. Se acercó y se pidió una litrona de cerveza. Se quedó recostado en la barra y empezó a beber, notando como el bendito líquido creado a partir de cebada iba en descenso hasta su estómago refrescando su cuerpo, castigado por cosas mucho peores que cerveza. Echó en falta el pitillo que antes había tirado, así que en unos pocos minutos se lió otro cigarrillo. Solo tuvo que pedir la boquilla ( esto sí que se lo dieron, más faltaría). Cerveza en mano, cigarro en boca, y ahora tiro porque me toca. Estaba extasiado y en un trance feliz, sumido en la música y el humo de su cigarro, notando el tacto frío del vaso en su mano. Se sentía plenamente feliz. Ladeaba la cabeza y movía los pies al sonido de la música. El cuerpo se le iba. La cabeza olvidaba todos los males, los problemas, y la madre que los parió, y se sentía muy agradecido hacia esa sensación. No podía ir mejor, todo estaba genial, solo le faltaba uno de esos bomboncitos que meneaba su cuerpo en la sala, debajo de la típica bola de disco. Oyó voces en su trance y se sintió extrañado, pero no pasaba nada, seguía ladeando la cabeza y moviendo los pies... Se oyeron más voces, y cesó el barullo de las voces de la barra y las risas de las chicas guapas. Su trance temblava, como si hubiera un terremoto. Lo que le faltaba: La música se detuvo. De mala leche, abrió los ojos y dejó el vaso de cerveza en la barra y le dió una calada profunda a su pitillo y se giró, indignado, para ver que era lo que lo había sacado de tan plácido momento. Nadie hablaba, y había un corro de gente alrededor de un cuerpo en el suelo de colores donde había gente bailando antes......


- Joder, llamad una puta ambuláncia! A qué esperais idiotas!?

- Q-Qué pasa...? - Se dijo a si mismo el ya no tan extasiado chico, experimentando algo de miedo y curiosidad acerca de lo que sucedía.

- Va tú! Sí tú, el calvo de la barra! A qué esperas mamón? LLAMA JODER QUE LA VA A PALMAR!

El hombre de la barra lo miraba, con los ojos muy abiertos y sin acabarse de creer lo que pasaba.

- Tengo que ir y darte dos hostias? - Dijo, llorando a lágrima tendida- Que ha pillado una puta sobredósis, joder, que si no llamamos YA, esta tía mañana estará muerta!

El hombre de la barra seguía sin poder reaccionar. El chico, llorando, indignado y furioso, se levantó de al lado del cuerpo de la jóven y dejó su mano en el suelo, y fue gritándole al de la barra: ''TE VOY A PARTIR LA CARA''!!. Varias personas lo cogieron, pidiéndole que se calmara. Ahora el calvo de la barra reaccionó y llamó a la ambuláncia. El protagonista ya pasaba de su cigarrillo y estaba alucinando. Miró la escena, vió como evolucionaba hasta que llegó una ambuláncia en pocos minutos que le parecieron dos horas. Los señores del vehículo se la llevaron, y muchas personas fueron al hospital a ver que tal se desarrollaba la cosa, desconsolados. Él, en cambio, a la que se fue la ambuláncia, la gente se marchó, y clausuraron el local, que ya eran casi las 6 y los primeros rayos de luz ya empezaban a asomar a través de las majestuosas montañas, decidió marcharse a su casa. Se puso la capucha de su chaqueta tejana y echó a andar. En diez minutos estaba en el portal. Subió arriba, mientras hablaba por el teléfono con un amigo suyo, contándole lo sucedido:

- Si, joder, que pilló una puta sobredósis... Me cago en dios... No, qué va, cerraron el local. Ya te digo, hay que ser un puto inconsciente para pegarse un chute así de béstia. No tío, hoy no voy, estoy molido y me quedo a sobar en mi piso... Nahh, mañana. Jajaja, qué tío el Borja... En fin tío, te dejo que estoy que me caigo... Claro nen, venga, hasta mañana. Venga loco, cuídate....


El chico se dejó caer en el sofá, molido de cansancio. Por puro impulso, nada premeditado, extrajo una bolsa transparente en el agujero de su chaqueta que contenía un polvo blanco. Lo vertió todo sobre la mesa, y sacó el DNI. Empezó a partir el polvo a partes iguales. Sacó papel de fumar de su bolsillo y hizo un canuto. Esnifó el polvo blanco de un tirón, y llegó a meterse 3 de las 4 porciones de polvo blanco. Se quedó tieso, extasiado. Cuando se le pasaron los efectos iniciales se levantó y gritó:

- JODER SÍ! ESTO ES VIDA Y LO DEMÁS SON TONTERÍAS!! QUE LE DEN A LA ZORRA QUE NO SABES ESNIFAR!! - Y después de decir eso, cayó como un peso muerto en su sofá, demolido por el efecto de ''su propia medicina''. Durmió un buen rato y se despertó al cabo de unas 15 horas de haber dormido, sin recordar absolutamente nada de lo que había pasado la noche anterior ni cómo había llegado a casa. Pero eso a él, qué le importaba? Era feliz y se lo pasaba de puta madre tirando su vida por la borda.






P.D: Escribiendo este fragmento, me vino a la cabeza la película de Trainspotting, esa tan famosa en la que sale Ewan McGregor, y no pude evitar pensar que el diálogo introductório de la película ( gran diálogo, por cierto) cuadraría con el texto. A los que no hayais visto la película, os la recomiendo, es muy buena. Os dejo el texto introductório para que saquéis vuestras propias conclusiones:


''Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige hipoteca a interés fijo, elige piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos, un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte, elige tu futuro, elige la vida. Pero por que yo iba a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida, yo elegí otra cosa. Y las razones? No hay razones. Quién necesita razones cuando tienes heroína?''

Mark Renton ( Ewan Mcgregor) - Trainspotting

miércoles, agosto 25, 2010

Sueños oscuros.


''He was such a cold one. Every time someone tried to look in his depths always found nothing but despair... Such a cold eyes, such a black-as-night hair, such a numb body, such a static and lifeless thoughts, seeing how the was time passing to him, staring, watching, expecting nothing, never aspiring to something, stalking to himself, never smiling, never asking, never saying sorry, always without saying nothing... Prisoner of his very own. What people could never see was that all he ever wanted was to take out his bad feelings, to scream, to feel...''




Y ahí estaba, en la acera. Ese chico tan guapo pero tan.... Raro... Estaba apoyado al lado de un semáforo, pero no cruzaba... El semáforo se había puesto en verde ya muchas veces, pero no parecía importarle en absoluto. Él tan solo se limitaba a observar algo que parecía ausente de la Tierra, de todo pensamiento humano... Como si pudiera contemplar algo que los demás no podían. Se trataba de un chico alto, delgado, de espaldas más o menos anchas, naturales, no de gimnasio. Siempre vestía descuidado, no le importaba que llevar. Tenía el pelo muy negro y más o menos largo, de melena, y unos ojos preciosos negros como la noche pero carentes de cualquier indicio de lo que se pueda llamar vida. Brillantes pero sin luz. Casi nadie le había visto sonreir, y los que lo habían hecho eran familia suya, y lo habían visto en muy contadas ocasiones, según todos tenían entendido... Tampoco se lo oía hablar en algo que no fueran monosílabos... No le gustaba relecionarse, y no porque los demás no le gustaran o SÍ le gustaran, sinó porque no se gustaba a sí mismo... No revelaba sus sentimientos y no hablaba de sí mismo. Tenía una amiga, y otro amigo que era un chico, con los que a veces quedaba para hacer un café. Sus dos únicos amigos eran también de una belleza sobrenatural, y tenían bastante más vida que él. A menudo le decían que tenía que tomarse las cosas con más ilusión, que tenía que vivir la vida y salir de ese estanque mental, pero él cada vez les escuchaba menos y tenía menos ganas de verles... No quería que los demás se entrometieran. Se movió del semáforo. Hacía rato que estaba ahí, y ya eran las 8:30 y era oscuro y su familia probablemente le esperaba para cenar. Echó a andar con parsimónia, con sus ojos tan fríos ausentes en otra dimensión desconocida para todos. El frío de la noche pasaba tocando sin verguenza su piel blanca, cortándola. A quién se le ocurría llevar manga corta en hinvierno? Empezó a subir la avenida que lleevaba a la calle del bosque, donde estaba la casa tan grande que tenían sus padres. Era una calle tenebrosa, y, como el nombre de la calle indicaba, estaba en un pequeño bosque a pie de montaña pero a la vez cerca de la ciudad. Las sombras de los tenebrosos árboles lo acompañaban, como viejas amigas. Empujó la negra verja de la gran casa y entró. Cruzó el enorme patio y subió las escaleras hasta el portal, el cual abrió. Su madre le fue a saludar con amabilidad y le ofreció la cena en la adornada vajilla de porcelana que tenían: Una deliciosa sopa de las que preparaba, añadiendo hueso de jamón para darle sabor, y un roast beef para chuparse los dedos. En cuanto acabó de cenar ayudó a su madre a recoger las cosas de la comida y subió los tres pisos que hay hasta su cuarto, y se encerró allí. Después de cenar se sentaba en una butaca que había colocado de cara a la penumbra de la noche y el bosque. Siempre se quedaba ahí hasta caer vencido por el sueño. De las 21:30 el tiempo le pasó volando hasta las 00:00, sentado en su butaca, contemplando el exterior de la majestuosa y costosa finca, con la frialdad que lo caracterizaba. Los párpados se le cerraban y las manos le pesaban... El cansancio se apoderó de él, para meterlo en el confesionário de los sueños, los cuales conocían todo su pasado y su presente, y escuchar el ''menú del día''. No. No... En realidad el sueño era el gestor de su manicómio interior, donde tenía encerrada una víctima castigada desde que nació, en un sótano, atada a las negras y frías cadenas, aprisionada tras una verja a 80 pisos bajo el suelo... Y una vez sumido en el sueño, se reunió con él para gestionar el historial de la víctima, como cada noche. Caminó por un suntuoso pasillo de paredes blancas y suelo negro liso, caminó hasta toparse con una verja blanca que tenía un timbre colocado al lado. Tocó, acostumbrado al protocolo. Se oyó el característico ''peeeeep'' de cuando alguien te abre al otro lado del interfono. Andó hasta toparse con un pequeño despacho donde estaba sentado un hombre de pelo oscuro repeinado, con gafas, con ojos azules como el hielo, de unos 45 años, con cara de malo, sonriéndole con malicia, esperándole como cada noche.

- Hola sr. Sueño

- Qué tal estás hoy? Cómo cada noche?

- Si señor.

- Bien, eso está muy bien... - Dijo con falso interés, con un falso interés que disfrazaba la crueldad detrás de la máscara ofrecida. - Y bien? Vamos? - dijo acto seguido

- Por supuesto... - Contestó el muchacho.



El señor Sueño se levantó de su bonita y pulida mesa y cogió un pequeño dossier sujetado por un clip donde constaba el expediente diário de la víctima que tenían encerrada, la misma que iban a ver. Echó a andar por el pequeño pasillo detrás de la mesa, seguido del chico. Llegaron hasta lo que parecía una jaula, y se metieron dentro. En ella habían botones que marcaban los pisos. El señor Sueño pulsó el -80. Fueron bajando en esa espécie de jaula... Debajo del despacho del señor Sueño, en los sótanos, los distintos pisos parecían una espécie de cueva, como si el despacho diera una impresión falsa de lo que realmente esconde el cruel hombre. Fueron bajando pisos, y en cada piso, entre rejas, habían recuerdos suyos, todos tristes. que daban a entender la frialdad del jóven, la falta de ganas de vivir... El jóven Los contemplaba impasible, a sabiendas de que eran SUS recuerdos y de que estaban ENCERRADOS. Llegaron hasta el último piso, donde encontraron una enorme verja negra, con un orificio en medio. El señor Sueño sacó una llave del bolsillo de su túnica blanca de psiquiatra y abrió. Entraron a un sitio muy oscuro y encendieron una pequeña luz ubicada sobre una mesa. La luz reveló el cuerpo de un muchacho castigado, colgando de las cadenas atadas a una pared, con cicatrices. El prisionero levantó la vista y los miró con furia. Era un muchcacho igual que él. El pelo muy negro, los ojos muy negros, muy delgado... Era él, atado. Cuando el chico miraba al prisionero le daba la sensación de estar viendo un espejo que revelaba exactamente lo contrário a sí mismo. El chico y él se estuvieron mirando un rato, y el señor Sueño estaba complacido, sonriendo con la malícia de cada día, contemplando las cosas con sus ojos azul hielo, cubiertos por las gafas. El chico le dió la espalda al encadenadp y echó a andar, sin sentir nada pese a verse a sí mismo atado.


- Cuánto tiempo más te dominará?! Cuánto tiempo más te tendrá sumido en su pesadilla?! EH? Por cuánto? Cuánto más estaré aquí encerrado? Por cuánto más negarás tu parte buena y renunciarás a la vida? Por cuánto más me negarás, siendo yo tus sentimientos positivos y solo restarás tú, la parte mala de ti mismo?! Te está engañando!!!!!


El chico se detuvo y movió un poco la cabeza sin darse la vuelta, mirándole de reojo por encima del hombro.

- Tú no existes. Sabes perfectamente lo que el doctor dice: Si te suelto, me harás daño. No puedo quitarte esas cadenas.... Si lo hiciera, los demás me verían débil... Albergar sentimientos se lo dejo a los débiles como tú. Jamás confiaré en algo que no pretende hacerme ningún bien, y el bien es no dejar que te hagan daño, mantener la pureza...

- NO, ESTÁS EQUIVOCADO! ESO ES LO QUE ÉL QUIERE QUE CREAS! EN QUÉ MOMENTO TE HE INTENTADO HACER DAÑO? ME ENCERRARON AQUÍ CUANDO TU Y YO TENÍAMOS 5 AÑOS! JAMÁS HE PODIDO----

- BASTA! BASTA! BASTA! - Dijo el chico furioso, respirando con dificultad, harto de la confusión y de no saber a quién hacer caso, harto de sí mismo. - CÁLLATE! NO QUIERO VOLVER A OIRTE! SI BAJO AQUÍ ES PARA AYUDAR AL DOCTOR A HACER SU REVISIÓN! ÉL ES QUIÉN ME QUIERE HACER BIEN!

- Bien, bien, muy bien, ha llegado el momento, querido. - Dijo el señor Sueño intentando contener una malvadísima sonrisa, derrochando maldad por cada poro de su piel, por sus azules ojos detrás de sus gafas. - Ha llegado el momento definitivo, el momento de ponerle fin a este impostor. La revisión ha acabado, y tú has procedido de modo adecuado. Estoy muy orgulloso. Toma, te lo has ganado. - El señor Sueño le tendió una inyección con un líquido verde. - Ya sabes que hacer - Dijo poniéndose muy serio.

Cuando se calmó, el chico cogió la inyección y se fue acercando a su otro yo con lentitud. Al verlo, éste se puso frenético, empezó a hacer fuerza, a tirar de las cadenas deseperadamente, intentando salvarse...


- ESTÁS LOCO! NO TE DAS CUENTA DE QUE SI LO HACES VAS A MORIR?


El jóven siguió andando hacia el, sin dejar que el otro le nublara la mente y doblara sus pensamientos. El prisionero se revolvió cada vez con más rabia.

- NOOOO! NOOOO! NO LO HAGAS! NO LO HAGAS!

El chico levantó la inyección y se la clavó al preso en el pecho con furia, y presionó para que saliera el líquido verde que le robaría para siempre la vida a su víctima... Se despertó en su butaca, como cada día, y oyó una voz malvada, aún intentando despertarse del letargo, con sus párpados pesantes, sin poder mirar de cara a la claridad del día naciente, que pentraba en sus pupilas cegándole...


- Bien hecho, hijo, JAJAJAJAJAJAJAJAJA!!


No entendió nada, pero ya jamás volvió a ver al doctor sueño, ni a sus amigos, ni se llevó bien con la madre que tanto le había querido a pesar de su modo de ser, y no tuvo más remedio que encerrarse en su torre, en su habitación, apartado por siempre de todo y de todos. Las sonrisas ya se habían ido, el amor había desaparecido, la contemplación y la admiración se habían esfumado, y ya solo le quedaba su parte negativa... En ese momento comprendió que realmente había muerto, no físicamente, si no algo mucho peor, y que ya jamás nada le ayudaría a remediar ese error que tenía la finalidad de evitar el dolor y los malos sentimientos que los demás podían hacerle sentir. Había tendido una barrera entre él y el mundo PARA SIEMPRE y lo peor de todo era que no sentía nada respecto a ello...

martes, agosto 24, 2010

Mentiras a medida


Lo que estaba sucediendo escapaba a su comprensión de lo racional. Se encontraba de pie en lo que parecía en una acera. Se encontraba estando en lo que parecía una avenida. Contemplaba un gran monumento, o eso parecía. Había sentido admiración por aquel cielo azul que ya no parecía real en ese preciso instante. Se daba la vuelta constantemente de un lado a otro, como si tratara de averiguar la verdad de lo que estaba sucediendo, pero no veía nada. No habían palabras lo suficientemente reales para describir aquella irrealidad. Aquella CORRUPCIÓN de la realidad. Aquello que hasta hacía segundos, tan solo segundos, era real. Todo lo que lo rodeaba se estaba deshaciendo, literalmente. Su realidad, su mundo, su conocimiento de las cosas tal y como las percibía, parecía que se iban al garete, como si desde un primer momento todo aquello ya perteneciera a un limbo, como una casa de muñecas, como una maqueta... Ahora, todo aquello parecía una pizza metida en el horno a 210ºC. Y, pese a no creerlo... No, mejor aún, pese a NO QUERER creerlo, el mundo se deshacía, riéndose de él. Sus ojos estaban abiertos de par en par, su cuerpo estaba agarrotado, paralizado ante aquel cruel y burlesco espectáculo que ponía a prueba el límite de su cordura. Sus pensamientos buenos y malos dejaron de tener sentido, ya no tenía sentido NADA en lo que había creido y en lo que le habían enseñado a creer... Sentía mucho miedo, y soledad, su cabeza temblaba, sus pensamientos se derretían a la misma velocidad que aquella avenida, que aquella maqueta llamada realidad por capricho humano que parecía parte de un pastel gigante de alguien que lo estaba pasando en grande. El tiempo ya no existía, el espacio era absurdo, la profundidad, la velocidad, todo aquello que puede formar las más de 3 dimensiones conocidas por los humanos, se reía de los creadores de tales conceptos y leyes, de él, de todos. Todo era un absurdo gigante. No estaba dispuesto a aceptar que todos sus conocimientos, todo lo que él quería, aspiraciones, etcéteca... En definitiva, su realidad, se fundiera del mismo modo. En aquel momento su novia lo sacudió en el tren, de camino a la universidad, y salió de su ensimismamiento. La chica le dijo, entre divertida y preocupada:

- Pero dónde estabas? Qué tenía ese edificio de ahí delante tan interesante que no paras de mirarlo? Mirame a mi, hombre!

Le dió un beso muy cálido, muy real, muy apasionado, que lo devolvió de vuelta a su cálida rutina. Sintió como si resucitara, como si hubiera estado sumido en un profundo letargo durante centenares de años... La chica seguía besándole y jugando con él mientras éste intentaba concienciarse y recuperarse del flash que había tenido, procurando distinguir entre ficción/realidad.

- Oye, después de la uni vamos a tu casa... Jeje, ya sabes, podríamos hacer ''algo''... - Dijo la chica sonriendo picaronamente

- Claro...


El confuso chico sintió un profundo alivio, a la par que un miedo comprensible para él. Tuvo una iluminación en aquel sueño que debió durar segundos: La realidad era frágil. Las cosas podían cambiar en cualquier momento, sus creencias eran tan solo provisionales, sus sueños, cambiantes, pero, en cambio, sus miedos eran siempre iguales, como si una persona le hubiera intriducido esos conceptos en su mente para que él se aferrara... Pero se dijo a sí mismo que valía la pena vivir en algo tan frágil y que tenía muchos números de ser una gran mentira, pero decidió que prefería vivir engañado, en caso de que la vida le estuviera mintiendo,












él estaba a gusto viviendo en SU mentira...






Y quién no?

viernes, agosto 20, 2010

El otro lado.


Los chicos del solar estaban jugando a fútbol tranquilamente. Reían, se daban palmadas en la espalda a cada gol, y se decían unos a otros casi gritando: Pásamela, pásamela! Cada día después del colegio iban y jugaban entre ellos hasta que se les hacía de noche. El partido estaba en un punto muy interesante cuando apareció aquel chico raro de su clase. Sí, aquel que en ocasiones recurría a la violéncia para conseguir alguna cosa. En ese momento, muchos de los niños dejaron de jugar y se lo quedaron mirando, a la expectativa, temerosos de cual iba a ser su acción. No había ni entrado en el solar, tan solo los observaba. Iba mal vestido, era más o menos alto para tener 11 años. Tenía el pelo castaño y despeinado. Era moreno de piel. Y siempre esos ojos, unos ojos que rebosaban algo que a los chicos de su edad se les escapaba. Eran de un azul muy brillante, con un fulgor intenso destinado a no apagarse jamás. Los chicos le tenían mucho miedo, muchas veces se metía en peleas por cosas estúpidas y no parecía tener el menor remordimiento. No tenía amigos, tan solo conocidos sugestionados por el terrible miedo que les influía. Pero no sabían que el chico miraba con tristeza. Miraba a los chicos jugando a fútbol cada día sin que se dieran cuenta. Les miraba muy triste porqué nunca le invitaban, ya desde que tenían 7 años. Les miraba con una tristeza soñadora, ansiando estar algún día entre ellos. Pero por encima de todo, el jóven sabía que no les gustaba, sabía que lo tenían como a un bicho raro y que no querían tenerle cerca. Eso le causaba enfado y lo cegaba de rabia. Mientras los estaba observanndo jugar a fútbol y algunos le miraban sintió uno de estos ataque y les gritó: QUÉ MIRAIS EH?! Y se fue andando por las calles a solas, con la mente llena de pensamientos, la mayoría malos. Andaba mirando la acera y pensando muy asustado que era la hora de volver a casa, su ''hogar'', su único refugio. Intentaba ir más lento, hacer pasos más cortos y mover más lento las piernas, pero sabía que no tenía a ningún sitio más que ir. Al cabo de unos 5 minutos ya estaba debajo del portal de su casa. No llevaba llaves, así que picó. Al cabo de unos segundos le recibió una voz furiosa a gritos:

- QUIÉN COÑO ES?!

- Yo papá...

Se oyó el pitido del interfono y pasó dentro. Subió las escaleras con el corazón latiéndole rapidísimo. No quería entrar, pero tampoco podía irse. Empezó a resoplar. La vista se le nubló y las entrañas se le encogieron en un puño al ver la puerta abierta. Entró muy lentamente en su casa, y escuchó lo de siempre: Música puesta, su madre llorando tirada al lado del sofá del comedor con moratones en la cara, y un padre borracho a las seis y media de la tarde que pegaba como práctica habitual a su pareja.


- Ya estoy aquí...

- NIÑO, DÓNDE COÑO TE HABÍAS METIDO? TE CREES QUE ESTAS SON HORAS DE LLEGAR? QUÉ ESTABAS HACIENDO?

- Daba una vuelta...

- QUE COÑO TIENE LA CALLE QUE TE GUSTA TANTO? ES QUE NO TE GUSTA TU CASA?


Esta pregunta le impactó sumamente. Respondió a su padre poco a poco, con la voz temblorosa:

- N-No, c-claro que no, perdona papá...


Poco a poco, cruzó el comedor donde estaba su madre llorando desconsoladamente y pasó de largo la habitación de sus padres, donde su padre estaba tirado, borracho como casi siempre. Andó muy lento, intentando aguantar todo lo que el corazón le pedía que hiciera. Llego hasta la puerta de su habitación, y giró el pomo poco a poco. Entró y cerró el pestillo. Se sento en la cama con las manos alrededor de la cara y rompió a llorar, como todos los días...















Los niños de su clase jamás sabrían el porqué de sus acciones, jamás sabrían el porqué de aquellas miradas que escondían tanto, y que tenían tanto que ofrecer y que a ellos se les escapaban. Ellos sólo veían a la escória que era el niño: Un gamberro sin oficio ni beneficio, juzgado siempre en vista de la apariéncia que ofrecía... Al fin y al cabo, quién apuesta por ser amigo de una persona no aceptada entre los niños de la clase y que está tan determinado por su apariéncia?

lunes, agosto 16, 2010

Realidad > Ficción?


Se encontraba en un laberinto lleno de espejos, de pie, recostado en una pared, procurando recobrar el aliento perdido tras tantísimos años de ejercicio, exprimiéndose la cabeza mientras se iba recuperando, desafiando a su imaginación, intentando averiguar dónde estaba la salida de aquel vítreo laberinto... El sudor se deslizaba por su frente muy lentamente, sus ojos verdes estaban disfrazados de rojo, máscara facilitada por el agotamiento físico y mental. Llevaba dando vueltas sin encontrar la salida a aquel críptico sitio durante casi 18 años... Y ahora parecía que el cansancio se iba a apoderar de él para arrebatarle la tan ansiada victória después de tanto tiempo encerrado. Frunció el ceño con furia, apretó los puños y sus ojos se volvieron del color de la agresividad... ''NO, ESTE NO ES EL SITIO DE DETENERSE!'' Se dijo a sí mismo con ira, intentando no resignarse a caer preso de lo que parecía la única salida: En lo alto del laberinto, en en el techo, había un agujero considerablemente grande, y un montón de sujetos le observaban desde el, tendiéndole la mano, invitándole a unirse a ellos. Pero no iba a caer en su truco... Siguió corriendo por los estrechos pasillos con brío, con la camiseta muy sudada. Las piernas le pesaban, los ojos y la cabeza le dolían, el sudor le ardía en los poros de la piel, los latidos los sentía disparados a velocidades inimaginables, pero no iba a rendirse. Corría, de un pasillo a otro, ahora derecha, luego izquiera, ahora subiendo escaleras, saltando desniveles, intentando encontrar el hilo de oro que lo sacaría de aquella pesadilla. Los individuos en la ventana del techo miraban, siempre con la misma expresión de no sentir absolutamente nada, con la mano tendida, esperando su rendición con ansia... Pasaron muchos años, y el chico, ya un poco más viejo, finalmente cansó de correr y luchar por encontrar la salida. Se dobló de rodillas en el suelo, rendido ante el cansancio, respirando rápidamente, con los ojos clavados en el suelo. Los espejos parecían reirse de él, reflejando la situación penosa en la que se encontraba. Empezó a sollozar, con el mentón muy tembloroso... No sabía lo que le esperaba, pero sabía que no era bueno... Aunque prefería aferrarse a eso antes que seguir corriendo para siempre por escapar del laberinto. Poco a poco empezó a volver la mirada hacia donde estaban los individuos extraños tendiéndole sus respectivas manos. Estos seres se sintieron triumfadores, pues sabían lo que se avenía. Sintiéndose humillado y derrotado, desesperado por tantos años corriendo por el laberinto de los espejos que no parecía acabarse con el deseo inalcanzable de escapar, finalmente decidió, muy a su pesar, aferrarse a su única solución: Poco a poco, mirando a los individuos, se secó las lágrimas, y empezó a tenderles la mano a los sujetos. Cuando la tuvo tendida, los sujetos sonrieron con malicia, y una luz blanca lo cegó todo. Poco después, un chico se despertó gritando:

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Resoplando medio incorporado en su cama, sudando, intentó enfocar sus ojos verdes, mirando las sábanas que lo arropaban. Contempló su cuarto, y sintió la luz del día entrando por su ventana. Escrutó con la mirada cada rincón de la estancia, sin encontrar rastro del laberinto, pero no se sintió aliviado en absoluto, algo no estaba en su sitio... Se levantó de la cama, se duchó, se vistió, desayunó, y salió a la calle a que le diera un poco el aire y ver si podía superar la confusión proporcionada por lo que había parecido ser una pesadilla. Ya en la calle, observó el montón de sujetos parecidos a los de su sueño, caminando cada uno con un rumbo distinto, desconocido para él, con sus respectivas caras de indiferéncia pero sin tener la mano tendida ni mirárle a él constantemente. Unos más gordos, otros más delgados, unos hablando por teléfono, otros mirando el reloj, unos más altos, otros no tanto, más morenos, más rubios... Cuando se vió rodeado de aquella masa de sujetos y vió lo que estaba sucediendo, comprendió que finalmente su sueño se había hecho realidad: Los sujetos tendiéndole la mano en el techo del laberinto le habían atrapado para siempre en el mismo laberinto, representado de otro modo. Sintió que estaba irremediablemente destinado a correr para siempre entre pasilos apretujados cargados de espejos siendo siempre observado por aquellos extraños y aterrorizantes individuos que le ofrecían una alternativa exactamente igual a la que ya tenía, sin jamás poder alcanzar la salvación.

domingo, agosto 15, 2010

Buena vida.


Un hombre y una mujer, vestidos con trajes no precisamente baratos, estaban sentados en una mesa, disfrutando de una abundante y sabrosa cena a la luz de un par de velas y el fuego de la chimenea. Como si de un compás predispuesto se tratara, cada varios trozos de carne cortados y comidos, se miraban, clavándose ambos sus intensos ojos. El silencio entre ambos se veía interrumpido constantemente por el movimiento de los cubiertos en el plato. El vino tinto brillaba con un color rojo intenso en las copas de los dos individuos, a causa de la luz desprendida por las llamas, que ardían con brío. No habían bebido un solo trago. Los minutos iban pasando lentos, pero no incómodos, y la negra noche de luna nueva fuera de la gran casa se iba haciendo aún más oscura a medida que las horas pasaban. El hombre dejó de comer y dejó los cubiertos sobre el mantel, y se quedó contemplando a la bella mujer que lo acompañaba en la cena, que transcurría como un ritual solemne. Rubia, con los ojos de un verde que despertaba la envidia y admiración de cuantos la miraban, con la piel no muy blanca pero tampoco morena. Alta, esbelta. Comía, sabiendo que el hombre la miraba todo el rato, pero hacía ver que no se daba cuenta. Cuando al cabo de un rato también se cansó de comer, respondió a la conteplación del hombre con una mirada inquisidora, esperando ver que decía o hacía su compañero de mesa. El vino seguía intacto, y la mirada del hombre no variaba... Todo el rato la misma expresión. La mirada inquisidora contra la mirada contemplativa hizo que los minutos se volvieran algo incómodos, hasta que finalmente, la mujer decidió hablarle al hombre, mirando el vino:

- Y hoy, por que brindamos?

- Brindar...?

- Por supuesto, todos los días brindamos. No romperás la tradición, verdad?

- Se me acaban las ideas de por que cosa brindar...

- Quizás es que brindamos demasiado?

- Quizás es que no tenemos ni idea de que celebrar, puesto que no tenemos nada teniéndolo todo...

- De que hablas? Otra vez uno de tus ataques filosóficos?

- ...


El tiempo ahora sí que transcurría muy lento... Como si cada segundo fuera un minuto. De repente, toda la escena tan entrañable de la cena al lado del fuego, disfrutando de mucha y buena comida cocinada por las manos de unos buenos criados que servían con fidelidad a sus amos en una gran mansión tomó un caliz diferente. Lo que parecía bonito se derrumbó, dejando ver que tan solo era la fachada de una maqueta de falsa felicidad, pintada con colores vivos para no dejar entrever lo que realmente sucedía al otro lado de la maqueta. Lo que ahora se observaba en los dos individuos era un sentimiento mútuo de querer algo que les faltaba que no poseían pese a tenerlo todo y más de lo que muchos pudieran desear.

- No piensas decir nada? Vas a estar mirándome toda la cena y permanecerás callado?

- Y qué digo? Algo que no creo? Sigo la farsa? Disfruto de todo lo que tengo pese a que no me satisfazca? Te digo que te quiero cuando tú sabes que eso no es así y que si estamos unidos es por un matrimónio de conveniéncia? Propongo comprar una propiedad más como esta para tener ya casi un centenar de sitios a los que ir a veranear? Te propongo un falso brindis y olvidamos esto? Digo que la comida está muy buena para romper el hielo pese a no ser lo que yo pretendo? Qué? Qué hago? Qué digo? Qué es lo que quieres oir?

- Definitivamente es uno de tus momentos de lucidez.

- No te das cuenta? Esta vida es una mierda avivada a base de mentiras y brindis diários sin ningún motivo... Te das cuenta de que ayer brindamos porqué te pintaste las uñas? Estamos aburridos el uno del otro, estamos aburridos de esta basura... Cuando hacemos el amor, hasta en eso fingimos... Somos una fachada tan grande como la mansión que tenemos. No somos nosotros. Somos una ilusión. Ni siquiera sé del cierto si te conozco a ti o solo una de las caras que me has querido mostrar por los mismos motivos que yo lo hago.


La mujer miraba con cara de aburrida al hombre, haciendo ver que escuchaba, cuando en realidad las palabras le entraban por una oreja y le salían por la otra sin que quedara rastro de ellas en su cabeza.

- Estoy cansado, y tú también lo estás... Mira la cara de falso interés que tienes... Estás cansada del mismo cuento cada día, igual que yo...

- Y qué? Es que a caso tiene solución? Que harás? Desheredarte tú mismo? Darle tus tierras a unos hijos que no tenemos a causa de que no sentimos nada el uno por el otro? Piensa con la cabeza...!

El hombre se sentía furioso, triste, insatisfecho, infeliz, y incomprendido... Y empezó a enfurecerse... Entro en una espécie de trance... Se le hinchó la vena de la sien y los ojos se le salían de las órbitas. Y empezó a chillarle a la mujer.

- Ya estoy HARTO, ME OYES? H A R T O! ESTOY HASTA LOS COJONES DE ESTA MIERDA DE VIDA FALSA! QUE TE CREES, QUE NO SÉ QUE TE TIRAS AL NEGRO DE LA COCINA? JODER QUE NO SOY TONTO! A TI TE LA SUDA TODO ESTO, A TI YA TE ESTÁ BIEN ESTA FARSA! ERES UNA ZORRA EGOÍSTA! QUE QUIERES, MIS TIERRAS? TE LAS PUEDES METER POR EL CULO! QUE SEPAS QUE----

- Ya está bien. Deja de decir gilipolleces y vete a dormir, mañana ya será otro día y podremos hablarlo con más calma.


Ahora el hombre ya no estaba furioso, si no que se puso a llorar desconsoladamente. invadido por un súbito sentimiento de tristeza y desconcierto.

- Y compartir la cama con una persona por la que no siento nada? Y mañana despertarme y que sea otro día de mierda más? Yo no quiero esta vida... Yo no quiero un mañana, yo no quiero un ''ya lo hablaremos mañana'', no quiero un tu y un yo, no quiero brindar más cada día por gilipolleces... Prefiero que te folles al negro y me dejes a mi en paz...


- Cállate de una vez, imbécil.

- A ti todo esto te importa un carajo.

- ... Si te digo que no pese a no ser así, te callarás de una vez?...


Cuando la cosa parecía que ya no podía ir a peor, el hombre, llorando a lágrima tendida, se levantó de la mesa y empezó a andar con desesperación por la sala, como si estuviera pensando o buscando algo... Finalmente, tuvo una idea y se acercó a la mesa, cogió el cuchillo de cortar la carne, y en un acto impulsivo, se lo clavó en el pecho delante de la mujer. Poco a poco, la sangre iba emanando de su pecho, como un manantial, y cayó al suelo, derrumbado, tiñiendo la bonita alfrombra cerca de la chimenea de rojo vivo. Las llamas seguían ardiendo con el mismo brío que habían tenido durante toda la velada, y la mujer permanecía sentada, con la copa de vino en la mano y con cara de indiferéncia, como si no hubiera pasado nada fuera de lo habitual. Sin más, depositó la copa sobre la mesa y llamo al servicio, que estaba fuera del comedor, siempre atento a la llamada de sus amos, y les pidió que limpiaran la sala y recogieran el cuerpo. Los criados quedaron estupefactos ante la escena cuando entraron y vieron de que se trataba, pero no dijeron nada y hicieron tal y como se les había ordenado. Cuando entre los dos que entraron a la sala se llevaron el cuerpo inerte, la mujer se levantó y volvió a coger la copa, y se aproximó al gran ventanal que había cerca de la mesa, desde donde se veían los bosques bañados en la oscuridad de la noche de luna nueva y alguna silueta de las montañas. Se veía a sí misma reflejada en los ventanales, apuesta, alta, y esbelta, con su deslumbrante vestido rojo y sus fulgurantes ojos verdes. Sonrió a su reflejo y en voz alta dijo:

- Y hoy, por que brindamos?

domingo, agosto 08, 2010

Tintero vacío de domingo por la tarde.


Era una tarde de domingo cómo cualquier otra. Estaba delante del ordenador, con su blog abierto y la mente con muchas ideas pero a la vez vacía. Cuando tenía muchas ideas, no sabía por dónde empezar. Sus ojos inspeccionaban cada parte de la sala, intentando imaginar un buen título o una buena história con la que acabar ese monótono domingo. Miraba por la ventana, observando el cielo a menudo, como si este fuera a darle la tan ansiada respuesta. Le gustaba escribir, le hacía sentir como si liberara sus más oscuros pensamientos, y eso le hacía sentir en paz... Y, con eso, tenía más que suficiente. Necesitaba esos momentos de paz que hasta hace unas semanas eran desconocidos. Tenía un gusto especial por la tormenta. De hecho, en su cabeza siempre llovía a cántaros... Quizás por eso le gustaba la tormenta en la realidad, porqué conseguía eclipsar el ensordecedor sonido de su propia lluvia y hacer que por unos momentos surgiera el regalo de la misma paz que sentía cuando escribía a altas horas de la madrugada. El hecho era que tenía ganas de escribir aunque fuera una tarde, que para él no eran ni la mitad de inspiradores cómo las madrugadas, cuando el silencio reinaba en cada rincón de la casa y el era el amo de lo que sucedía entre tanto silencio, reposo, y, sobretodo, paz. Ni el cielo ni los rincones de la sala le daban la inspiración para escribir algo lo más mínimamente decente, así que tocó una de tintero vacío. La música procedente de su ordenador rompía el silencio de la sala. Sonaba Sultans of swing, de Dire Straits, canción de la cual no se aburría. Y el tiempo iba pasando y a diferencia de éste, nada pasaba por su cabeza... Pero seguía buscando. Pensaba, pensaba, pensaba, y, por más que pensaba, más cosas se le escapaban de le cabeza, dejándole a solas con sus pensamientos de siempre: El desconcierto de la sociedad, las máscaras que sirven de fachada a las personas delante de la sociedad, la cansina rutina, sus problemas personales y un bla bla bla muy prolongado cómo para escribirlo en una história de domingo, así que la calma otorgada por la gran cantidad de ideas que no le llevaban a escribir nada interesante dieron lugar a que en su perturbada cabeza empezara a llover descontroladamente de nuevo, dejando ese inconfundible olor a confusión ( no a tierra mojada) que venía con las nubes y la lluvia. Se le inundaba la cabeza de sus pensamientos, como un monzón selvático, y se perdía en ellos. Cuando ya no le quedó más remedio, tuvo que echar mano de la canoa y un par de remos para conseguir salvarse de tal diluvio. Le hacía grácia imaginar este tipo de metáforas, le parecía divertido. Lo cierto es que en la realidad no llovía, si no que era un proceso mental. Y en la realidad ahí estaba el, sentado en una silla mirando ansioso por la ventana al nublado cielo y moviendo el móvil de un lado a otro, tecleando y borrando, cambiando de canción, minimizando y maximizando la misma pantalla, esperando a que unas palabras tan escurridizas como la verdad sobre lo que él pensaba se manisfestaran para que pudiera teclearlas con la misma monotonía que su ansioso tiempo invertido en encontrar un buen relato pasaba implacable. Se dió por vencido y pasó a la contemplación total del cielo, preguntándose si se le ocurriría una história que le dejara satisfecho antes de acabar aquel aburrido día o si ese día acabaría con el mismo colorín colorado que acaban todos los días. Ahhhh, a esos ojos verdes se les escapaba la respuesta. Pero, quién sabía? Quizás consiguiera finalmente saciar sus ansias escribiendo sobre algo que quizás ni entendía. O quizás terminaría escribiendo un relato sobre cómo iba pasando su domingo sin que nada se le ocurriera, intentando redactarlo con un tono poético para captar la atención de quienquiera que le leyese con tal de que no se durmiera. Quién sabe lo que le deparaban aquellas pocas horas restantes de un domingo como todos los de Agosto?

miércoles, agosto 04, 2010

Sangre


Todo vuelve a ser exactamente lo mismo. Cada día, es una cópia exacta del anterior. Caminaba por la calle con su cara de ''no hay muchas cosas que me sorprendan'', evidentemente, tan solo era una máscara guay que ocultaba la verdadera cara de ''no soy nada feliz''. Era una persona que se mostraba segura ante los demás, e incluso pecaba de soberbia, cada dos por tres, ocultando su inseguridad por el mero hecho de no sentir que ese ''todo vuelve a ser exactamente lo mismo y cada día es una cópia del anterior'' le abandonaba, se desvanecía, y se quedaba solo viendo como todos le daban la espalda por mostrarse como realmente era. Pese a que en el fondo lo era, NO quería ser distinto. Con la cabeza alta, erguido, resaltando su metro ochenta de altura, haciéndose notar, caminaba de vuelta a casa. Sabía que no le gustaba su rutina, pero por nada del mundo renunciaría a ella, por la simple razón de que su rutina, a pesar de antojársele asquerosa, era lo único que tenía, puesto que era a lo que se había aferrado antes que ser tachado de bicho raro. A esas horas de la tarde, sobre las seis y pico, no había nadie en el piso donde el y su familia habitaban. Se aproximó al portal y sacó las llaves. Abrió la puerta que le impedía pasar y empezó a subir las escaleras, mirando fijamente el suelo, de color cobrizo con pigmentos blancos estampados, corrompiendo la pureza del primer color. El suelo se le antojaba entretenido mientras subía, le gustaba ese color y observar las distintas manchas colocadas casi por capricho de la naturaleza ( aunque hubieran sido procesadas por manos humanas seguían siendo piedras con un color pulido pero que aún conservaban algo de natural). Iba subiendo con calma, sin cansarse de mirar el suelo. Llegó al tercer piso, y picó a la puerta un par de veces, dejando una pausa de unos 15 segundos entre las dos veces que picó. Dedujo que no había nadie, y abrió sin pensárselo dos veces. Dejó la mochila en el recibidor y se dirijió a la cocina, donde bebió un trago de agua fria que le sentó como mano de santo después del sudor de ir andando por la calle una hora y pico. Quedó satisfecho con el trago, y tras quedarse unos segundos con la sensación de frescor del agua, se dirijió a la sala. No era una sala especialmente grande, ni muy amueblada, pero era acogedora, fuera de toda duda. De toda la estancia, el mayor atractivo era un sofá, de cojines grandes y muy cómodos donde se solía tumbar cuando no había nadie. Cuando había gente en su casa, se pasaba el rato encerrado en su habitación. Se dejó caer sobre los cojines y quedó encarado con el techo blanco. Parecía que el techo lo hubiera hechizado, porqué se quedó contemplándolo varios minutos sin hacer ni un gesto. Algo se le empezó a pasar por la cabeza mientras estaba embobado con el color blanco de la superfície que limitaba el espacio vertical de la sala. Se puso a reflexionar sobre su paseo por la calle. Se le empezó a nublar la mente con turbuléncias tempestuosas. La reflexión se desvió a un tono pesimista que le resultaba muy familiar. Su máscara que le encubría ante la sociedad y hacía que las personas le aceptaran ( puesto que en realidad era muy distinto a como se presentaba) se rompió, dejando ver una cara triste y enfadada que manifestaba lo que su portador pensaba. Cansado de cambiar por no ser desplazado, cansado de luchar por designios de otros. Pero en realidad eso eran menudeces. Lo que se le estaba pasando por la cabeza era algo bastante más distinto: Estaba cansado de no sentirse vivo. Estaba perdiendo gradualmente la capacidad de sentir a causa de su falta de felicidad respecto a la vida, respecto a lo que tenía, y lo que le reodeaba. Se reservaba su ilusión por las cosas para su cruel soberana, la sociedad. Para tener algo que contar a alguien que realmente no le importaba, para hacer reir a un grupo de conocidos con tal de no dejar que el ambiente se enfriase, para ir tirando. En cambio, su odio, pena, tristeza y pensamientos reales los reservaba para su gente MÁS cercana. No, no se sentía vivo. Era como si fuera desapareciendo físicamente de un modo constante. Era como si al final sólo fuera a quedar su mente y su cuerpo se fuera a desvanecer, despojándole de sus sentidos, y con ellos, muchas grandes pequeñas cosas que la vida nos esconde, jugando al escondite con nosotros, como una niña pequeña que se ríe a carcajadas cuando la descubres y la pillas. Le invadió una rábia súbita. Le empezaron a arder los poros de la piel i los ojos a salirse de sus órbitas. Los dientes empezaron a rechinar, y frunció en ceño con fuerza. La sangre le hervía y le iba a toda velocidad, como si fueran a reventar los vasos sanguíneos. Cerró los puños hasta el punto de sentir dolor. Se incorporó y quedó sentado, intentando recapacitar. Se calmó un poco, pero aún respiraba muy rápidamente, exhalando bocanadas de aire caliente que parecían contribuir al calentamiento global. El ceño dejó de estar fruncido, y abrió los puños. Otra clase de sentimiento le invadió, pero este no tenía clasifiación. Se levanto y fue hasta la cocina, y abrió el primer cajón que quedaba al lado de la nevera. Sacó un cuchillo y volvió a la sala, pero pasó de largo para ir al baño. Se encerró. Se sentía muy confuso pero sentía la necesidad de hacerlo. Se sentó en la tapa del váter y extendió su brazo derecho, mientras que con el izquierdo sujetaba el cuchillo. Se le volvió a acelerar la respiración, pero la volvió a relajar cerrando los ojos con fuerza. Fue acercando poco a poco el filo a su piel, y lo empezó a introducir. La sangre brotaba, cada vez más, conforme el cuchillo se deslizaba. Sintió dolor. Eso era lo que él quería: DOLOR. La sangre inundó su brazo. No introdujo más el cuchillo. En lugar de eso, se quedó contemplando el rojo brillante de la sangre descenciendo por su brazo. Aquel dolor le dió satisfacción. Le hizo sentir extrañamete vivo. Sonrió con los ojos muy llorosos, contento por sentirse vivo pero triste por el método empleado. Dejó caer el cuchillo al suelo y se puso a llorar descontroladamente. Su cabeza cayó hasta su brazo, donde estaba la sangre, tiñiéndole el pelo de una mezcla de rojo y castaño. Estuvo varios minutos así. Luego, se lavó el pelo, la cara, y se puso papel higiénico alrededor de la herida, haciendo que dejara de sangrar. Recogió el cuchillo y lavó las gotas de sangre que habían caído al suelo, y se fue a su habitación. Se quedó mirando por la ventana hacia las nubes, sentado en su silla de despacho, clavando sus claros ojos en el cielo azul y experimentando un sentimiento de libertad totalmente nuevo... Un sentimiento que le decía que también había un lugar para él en el mundo.