lunes, julio 12, 2010

Impoténcia


El gato lo contemplaba todo en silencio. Su pelo era tan oscuro como la misma noche... Como gato que era, se trataba de un animal calmado, que, sentado, se limitaba a mirarlo todo desde una distancia prudente, por si acaso había algún gamberro merodeando la zona. Su vista estaba directamente enfocada a un apartado callejón. En aquel estrecho, oscuro, y poco higiénico lugar, habían dos personas. Una sonreía con malicia acercándose a la otra, la cual sólo pedía ayuda, lloraba, y gritaba. No era ni por asomo la primera vez que el gato contemplaba tales acontecimientos, pues ya había gastado 3 vidas. El gato sabía que no se trataba de nada bueno, pero aún así, no intervino para nada... Cómo si fuera el narrador omnisciente de los hechos. Por cada minuto que pasaba, la persona que gritaba y pedía ayuda estaba cada vez más arrinconada. Cuando no tuvo escapatória, el hombre malicioso entró en un frénesi, azotando dos veces a la otra, la cual, sangrando, fue a parar de bruces al suelo. Solo la ténue luz de una solitaria farola y los amarillos ojos del paciente gato eran testigos de la tragédia. El hombre esbozaba una maléfica y triunfante sonrisa. Acto seguido, aprovechando la debilidad de su presa, el hombre rompió la camisa de la pobre víctima. Suplicaba. Pedía perdón por cosas que no había hecho, y imploraba que la dejase ir, sin conseguir ningún resultado, excepto el de excitar más al hombre, el cual se deshizo de sus pantalones y tomó posesión del cuerpo de la amargada víctima. Pasaron minutos para el gato, y una eternidad entera para la desdichada. Cuando el hombre acabó, abandonó a la pobre chica muy satisfecho, la cual yacía en el suelo, sangrando y llorando. El gato sintió una profunda pena por esta, la cual le gritó al hombre un sonoro ''POR QUE?!?''. El gato sabía que el hombre había arruinado la vida a la chica. Hasta el amanecer la chica estuvo tirada en el callejon, cuando de repente apareció la policía y se la llevó. La ingresaron. La prensa tuvo una singular exclusiva en el telediario, la cual vendió mucho entre los disgusrados expectadores de las noticias, los cuales se decían unos a otros: ''Que horror, pobre chica''. El gato sabía que ese lamento por la pobre chica duraría, pero que nadie haría nada y que el ciclo vicioso empezaría de nuevo sin que jamás nadie le pusiera fin.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Grita, grita y grita! y saborea el amargo gusto de la impotencia.

Alexandra dijo...

Puf, si esque en verdad es vergonzoso que pasen estas cosas...

mezmerize dijo...

Incluso te quedas corta con vergonzoso